miedo a los cambios 09 Sep 2019

BY: Marcela Lockett

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Miedo a los cambios: como ganar seguridad y autoestima.

Existe un perfil, desde mi experiencia en consulta, de chicas jóvenes, que suelen tener poca tolerancia a la soledad, miedo a los cambios, a crecer, y a atravesar los duelos ya sea de seres queridos o las pérdidas de etapas anteriores: infancia, adolescencia. Hay una sensación de base de inseguridad, a veces de baja autoestima, que viene acompañada de la creencia de no poder hacer frente al mundo, imponiéndose los pensamientos de que el mismo es peligroso, el temor a lo desconocido. Intentaré en este artículo, responder si es posible superar esas situaciones, destacando como la psicología puede ayudarnos a enfrentar nuestros miedos, aprender de nuestra historia, entendiéndola y elaborándola, para salir de lo que creemos que es nuestra zona de confort, y tener una vida más plena.

El estilo de apego preocupado o ambivalente:

Si nos preguntamos de donde vienen esas sensaciones, me gustaría recordar el estilo de apego ambivalente, que en los modos de relación adultos se denomina “preocupado”.

Si recordamos que los estilos de apego tienen que ver con los modos de relación que han establecido los adultos en la crianza con los niños y niñas, diremos que estas figuras de apego suelen estar muy preocupadas por la seguridad de la niña, ser figuras ansiosas, que tienden a desbordarse emocionalmente. Cuando la niña necesita al adulto para calmarse, ante una situación de estrés, este reacciona de una manera muy intensa, encontrándose desbordado por sus propias emociones y por lo tanto no pudiendo calmar al infante.

A Gonzalez (Gonzalez, 2017) expresa: “estas madres piensan que quiere cuanto más se preocupa, y que si no se preocupase significaría que no quiere.”

Esta situación provoca que halla angustia de fondo, y genera en el niño o niña que intenta dar pasos hacia la autonomía, sentimientos de culpa, porque la figura de apego le transmite que “lo hago porque te quiero o por tu propio bien”. Así, con buenas intenciones pero tendiendo a la sobreprotección, se produce el efecto de no dejar o poner obstáculos a dar pasos hacia la independencia. Muchas veces, también se siente que no quereremos dejar atrás los placeres conocidos, como el calor del hogar de la familia de origen.

Como dice A Gonzalez: “si nos distanciamos somos malas y egoístas, no queremos a quienes nos quieren. Pero si nos quedamos nos sentimos asfixiadas”.

“Madre sabe más”, o lo que le canta la madre a Rapuzel:

Basta recordar la canción que le canta la madre a Rapuzel (de Disney, Enredados), como justificación de no dejarla salir de su jaula de cristal. Si analizamos  el mensaje de la letra, los principales mandatos son:

-tarde o temprano algo saldrá mal.

-Madre te protege, por eso «evita el drama a quien te ama».

-Sola no podrás sobrevivir.

-eres inmadura, torpe, pato mareado.

-no vuelvas a pedir que te saque nunca de aquí.

-lo digo porque te quiero mucho.

Inseguras y con baja autoestima:

Si no podemos explorar el mundo, si tenemos miedo a experimentar, aunque ello implique una cuota de riesgo en atravesar nuevas vivencias, no podremos probar nuestras capacidades, no tendremos la certeza de que podemos conseguir lo que nos proponemos, y nos llevará a un concepto del si mismo de ser inseguras, pasivas y muchas veces dependientes de los otros (a los que atribuimos mayor poder y responsables de nuestra protección frente a tal oscuro panorama).

Si la niña se siente incapaz, no va a ensayar, va a tender a evitar, y va a mirar a los otros con más capacidades comparándose y encontrándose en deficit. En conclusión: no va a verse a si misma con ojos de amor.

El miedo a los cambios no tiene que ver sólo con la incertidumbre de lo nuevo, sino con la consecuencia de nuestros actos, en las figuras de las que seguimos dependiendo, y los mensajes que nos transmiten. Los sentimientos de culpa, siguen estando una vez se ha crecido, aunque muchas veces se halla podido distanciarse físicamente de los primeros cuidadores. Demandas de los mismos, competencias por ejemplo, con las parejas actuales o amistades: “ya no nos llamas como antes”; “ahora prefieres veranear con tus amigos en vez de venir a ver a tus padres”, habla de la presión que sigue estando presente, cuando estas niñas han crecido y son adultas.

Hablando de dependencia, y teniendo en cuenta la variable género, sabemos de las posibilidades de trasladar ese sentimiento de protección de los padres a las parejas, no desarrollándose la capacidad de estar solas.

¿En que nos puede ayudar la terapia a enfrentar el miedo a los cambios, ganar seguridad y autoestima?

El acudir a un psicólogo para iniciar una psicoterapia puede ser un proceso muy rico, que nos ayude a integrar aspectos del pasado, en los que nos hemos quedado detenidas. En sesión muchas veces decimos, que por ejemplo, ante determinados retos de la vida como quedarnos solas, vuelve aparecer la niña pequeña que tenia miedo a la oscuridad, o que sintió una sensación de soledad real muy grande, o la niña que le enseñaron que no podía hacerlo porque es frágil, débil, incapaz o tan solo por el hecho de ser mujer.

El experimentar nuevas situaciones, a pesar del miedo a los cambios, el tender a la autonomía, implica exponerse, animarse, tolerar las emociones que provocan, ver que no nos desbordan, o aprender a regularlas en la terapia, para así transitarlas y seguir adelante.

Los espacios de soledad, son un logro que hablan de ese proceso de autonomía y fortalecimiento del yo. M Lagarde los define como: “el tiempo, el espacio, el estado donde no hay otros que actúan como intermediarios con nosotras mismas; para ello debemos poner nuestro yo en el centro y convertir la soledad en un estado de bienestar de la persona”.

Esto posibilita llegar a vivir los momentos de soledad con placer,  creatividad, enriquecimiento y  autoconocimiento aprendiendo más de nosotras mismas, a tolerar la frustración, el aburrimiento y sintiéndonos plenamente protagonistas.

Así nos diremos, como Frida Khalo, “para que necesito pies si tengo alas para volar”.

Lecturas recomendadas y mencionadas: Marcela Lagarde “La soledad y la desolación”.

Anabel Gonzalez:  “No soy yo: entendiendo el trauma complejo, el apego y la disociación”.

04 Mar 2014

BY: admin

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Actuar frente al peligro

Nuestro cerebro esta vigilando continuamente el medio interno y externo, buscando señales de peligro. Si lo detecta, nos sitúa en un estado de alerta máxima, y activa la respuesta de huida- lucha- paralización.Esto depende de la evaluación que se haga de lo que está ocurriendo, y a su vez de las experiencias que hemos tenido en el pasado. Por ejemplo: una persona puede ver que alguien levanta la mano en la calle: si no ha tenido situaciones de miedo que le recuerden ese gesto va a pensar que ese sujeto esta cogiendo un taxi. Si hemos sufrido con anterioridad maltrato automáticamente puede que hagamos un gesto para protegernos de esa señal.

Las experiencias del pasado traumáticas (donde hemos tenido sensaciones de terror, miedo, muerte y sin salida), limitan la capacidad evaluativa de lo que sucede, cierran las posibilidades, y generan en nosotr@s activación.

La respuesta de lucha provoca aumento de tensión muscular, de ritmo cardiorrespiratorio que va acompañado de la sensación de cólera o furia.

La huida responde a que el sistema nervioso simpático se active (frecuencia cardiaca, respiración, estado de agitación interior), pero nos impulsa a huir, correr en vez de atacar. Cuando estamos preparados para la lucha o la huida nuestra capacidad de atención (de estar abierto a las posibilidades de lo que esta pasando), se limita por el estado de alarma y la reacción que provoca. No podemos pensar en otra cosa, ni relajarnos, ni tranquilizarnos. La activación es fija, rígida, automática y sesgada (no vemos mas allá del peligro que sentimos en el cuerpo).

En la paralización, congelamiento o indefensión, interviene el sistema parasimpático, reduciéndose, frenando la presión arterial, el ritmo cardiorrespiratorio, hay lentitud, una falsa calma. El ejemplo de lo que ocurre se puede ver en el mundo animal donde un corderito se muestra “como muerto”, frente a su depredador. La sensación de indefensión limita las posibilidades de pensar y hacer. El estado de terror limita cualquier sensación de posibilidad y hace que nos aislemos de los demás e incluso de nosotros mismos.

Estamos en “modo supervivencia”, estrechándose la experiencia interior, de contacto con uno mismo y con los otros. Nos sentimos distantes, solos, y paralizados. Pasamos de estar receptivos (de evaluar múltiples posibilidades) a ser reactivos (nos cerramos en la reacción).

Si esto te ocurre a menudo, está diciéndote que el pasado está en el presente, y que tu cerebro no ha podido procesar situaciones de terror , miedo y dolor que has vivido. Consulta a un profesional.