04 Mar 2014

BY: admin

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Actuar frente al peligro

Nuestro cerebro esta vigilando continuamente el medio interno y externo, buscando señales de peligro. Si lo detecta, nos sitúa en un estado de alerta máxima, y activa la respuesta de huida- lucha- paralización.Esto depende de la evaluación que se haga de lo que está ocurriendo, y a su vez de las experiencias que hemos tenido en el pasado. Por ejemplo: una persona puede ver que alguien levanta la mano en la calle: si no ha tenido situaciones de miedo que le recuerden ese gesto va a pensar que ese sujeto esta cogiendo un taxi. Si hemos sufrido con anterioridad maltrato automáticamente puede que hagamos un gesto para protegernos de esa señal.

Las experiencias del pasado traumáticas (donde hemos tenido sensaciones de terror, miedo, muerte y sin salida), limitan la capacidad evaluativa de lo que sucede, cierran las posibilidades, y generan en nosotr@s activación.

La respuesta de lucha provoca aumento de tensión muscular, de ritmo cardiorrespiratorio que va acompañado de la sensación de cólera o furia.

La huida responde a que el sistema nervioso simpático se active (frecuencia cardiaca, respiración, estado de agitación interior), pero nos impulsa a huir, correr en vez de atacar. Cuando estamos preparados para la lucha o la huida nuestra capacidad de atención (de estar abierto a las posibilidades de lo que esta pasando), se limita por el estado de alarma y la reacción que provoca. No podemos pensar en otra cosa, ni relajarnos, ni tranquilizarnos. La activación es fija, rígida, automática y sesgada (no vemos mas allá del peligro que sentimos en el cuerpo).

En la paralización, congelamiento o indefensión, interviene el sistema parasimpático, reduciéndose, frenando la presión arterial, el ritmo cardiorrespiratorio, hay lentitud, una falsa calma. El ejemplo de lo que ocurre se puede ver en el mundo animal donde un corderito se muestra “como muerto”, frente a su depredador. La sensación de indefensión limita las posibilidades de pensar y hacer. El estado de terror limita cualquier sensación de posibilidad y hace que nos aislemos de los demás e incluso de nosotros mismos.

Estamos en “modo supervivencia”, estrechándose la experiencia interior, de contacto con uno mismo y con los otros. Nos sentimos distantes, solos, y paralizados. Pasamos de estar receptivos (de evaluar múltiples posibilidades) a ser reactivos (nos cerramos en la reacción).

Si esto te ocurre a menudo, está diciéndote que el pasado está en el presente, y que tu cerebro no ha podido procesar situaciones de terror , miedo y dolor que has vivido. Consulta a un profesional.